Santiago Bucaramanga

X Laura sabe que en Ezeiza, a dos casas de la suya, vive su vecina. Pero no le interesa.

III Ella dice que la noche está hermosa, que le gusta la lluvia, que no quiere resfriarse y también: acá, en la casa con el pino.

En la escritura muchas veces está implícita esa lucha entre el querer decir algo y el temor a entorpecerlo todo con palabras. En este momento, por ejemplo, me pregunto ¿debo continuar el texto? ¿Será oportuna esta pregunta? Estas formulaciones no quieren tener respuesta, sólo pretenden abultar el caudal de palabras que formen parte de todo esto. Aquí podría haber otra pregunta. Y yo respondo, que por miedo. Ese terror que tenemos a que una palabra no sea suficiente, pero que dos sean innecesarias. Es, como ya dije, esa fuerza que me lleva a garabatear: ¿Acaso la suma de palabras debería asegurarme mayor presición? No lo creo. Quizás no pueda hacerlo porque el mismo hecho de aceptar como válida la premisa que inicia este escrito me lo impide. Lo cierto es que escribir se me complica, cada vez más. Y lo único que puedo hacer para ¿evitarlo? No, no es esa la palabra. Igual la utilizo. Lo único que podría hacer para que evitar que la elaboración de texto se me complique es cesar en esta ma